Durante toda la boda, estas dos damas de honor parecían más pendientes de uno de los padrinos que de la propia ceremonia. Una de ellas fue la más atrevida y tras hacerse las fotos pertinentes, lo cogió de la mano y se fueron a un lugar apartado. Le puso sus pechotes delante de las narices y le correspondió con unas mamadas, hasta que otra la chica apareció por allí para unirse a la fiesta. Al final las dos zorras compartieron su polla en el jardín, cabalgando sobre ese suertudo y corriendo el riesgo de que alguien pudiese pillarles in fraganti.