Necesitaba que alguien le echase un ojo a mis cañerías pero tras llamar por teléfono, lo que me mandaron fue una fontanera entradita en carnes. No suelen haber mujeres con ese trabajo, aunque no fue lo que más llamó mi atención. De hecho en lo único que pude fijarme cuando atravesó la puerta de mi casa, fue en su escote y en ese par de tetazas que tenía. Ella se dio cuenta y aunque al principio parecía enfadada, al final acordó hacer su trabajo a cambio de que le metiese un buen polvo en la cocina y como no, terminé cumpliendo con ese trato.