Cuando le hablaron de un glory hole, la rusa Lola Taylor se empeñó en visitarlo y preparó su estómago para lo que se le venía encima. Estaba en un local muy concurrido y aunque mucha gente tocaba a la puerta del baño en el que estaba, ella la dejó cerrada para que nadie la molestase. Una a una fueron saliendo pollas de las paredes y mientras las chupaba con gusto, se fue tragando todas las corridas que le soltaron en la boca, hasta terminar más que satisfecha con la experiencia.